
Dulce de Batata
Donde hay deseo,
hay consumo.
Y donde hay consumo,
hay producto.























Piezas que vinculan a cómo los algoritmos de las redes sociales configuran nuestros deseos, transformados en un producto que, muchas veces, termina siendo empalagoso..
Parto de mi perfil de Instagram donde miro en su mayoría perfiles de arte pero el algoritmo insiste en ofrecerme cuerpos masculinos hipersexualizados. Esa repetición constante construye una narrativa visual que termina moldeando el deseo, incluso sin que lo notemos.
Transformo esas imágenes sugeridas en objetos que simulan productos de góndola, tomo capturas de pantalla, las imprimo, hago una transferencia fotográfica sobre una lámina de barniz, la coloco dentro de un material bioplástico con el color y la textura del dulce de batata. Ese bloque luego va sobre una bandeja cerámica que replica las de telgopor utilizadas en los supermercados, y todo se sella con resina epoxi, generando la ilusión de un envoltorio plástico. Como si el deseo fuera eso: algo envasado, listo para consumir.
Cada pieza lleva un código QR que dirige al perfil original, cerrando el ciclo entre el deseo digital y el objeto físico. También habla de la circulación de imágenes: creemos que lo que subimos a redes es privado, pero una vez que está en internet, cualquiera puede capturarlo, transformarlo, exponerlo. Todo es parte del juego.
La serie se presenta como un producto coleccionable —como los chocolatines Jack— con una primera tirada de 50 piezas, cada una con una imagen única. Juega con la idea del arte como objeto exclusivo, pero también con la lógica del consumo masivo. Se puede exhibir sobre una mesa o estante, como si estuviéramos en un supermercado, el supermercado del deseo.